Galeria de fotos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Rioja 2018

Casalarreina, San Asensio, Cenicero, La Guardia, Santo Domingo, San Millan, Ezcaray, Haro.


Diario del viaje.

 

Lunes 24 de Septiembre de 2018
Sin grandes prisas salimos en dirección a la Rioja. Ahora se llega muy bien por la autovía Mudéjar, enlazando con la autopista que va a Vitoria-Bilbao.
Paramos en un área de servicio antes de Zaragoza un buen rato para que Max corriera un poco, poner gasolina y tomar un aperitivo. Por mi rodilla es importante caminar y no estar sentada mucho tiempo en la misma posición.
Pasando Zaragoza paramos en un área de servicio enorme donde aparcamos debajo de una sombra, le dimos de comer a Max y nosotros nos fuimos a comer. No está mal la cocina del restaurante buffet.
Tras comer y estirar un poco las piernas los tres, reemprendemos la marcha hasta Casalarreina.
https://www.senditur.com/es/poblacion/casalarreina/
El pueblo está en fiestas y nos cuesta un poco entrar a la Hospedería, pero al final llegamos justo a la puerta.
https://hospederiacasalarreina.com/
Tras registrarnos y ver la recepción, el salón del desayuno y la televisión, subimos a la habitación. Es muy bonita, con unos techos altísimos con artesonado en madera. Los muebles y las puertas proceden de anticuarios. Las lámparas, tiradores de puertas y accesorios del baño como las perchas, toalleros, portarrollos y demás son pura artesanía de forja de hierro con una piedra encerrada en hierro.
Lo más curioso es que varias habitaciones tienen un jacuzzi enorme en el baño. La nuestra lo tiene.
Las paredes que dan a la calle tienen más de un metro de grosor.
Deshacemos maletas y descansamos.
Salimos a pasear a Max por la plaza, que es enorme, con grandes parterres de césped.
Como están en el último día de fiestas no es fácil cenar, ya que los restaurantes o bares o estaban cerrados o tenían las reservas alimenticias agotadas. Al final cenamos en un bar, El Galigón, un plato combinado.
La temperatura había bajado muchísimo y los lugareños se quejaban de que les había pillado de improviso. Estábamos a unos 5 grados a las 10 de la noche.
Tras pasear un poco más con Max, subimos a la habitación y … a dormir.

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Martes 25 de Septiembre de 2018
La hospedería regala una visita a unas bodegas tradicionales.
Nos dirigimos a San Asensio, pueblo pequeño, lleno de bodegas.
http://www.sanasensio.org/San-Asensio.6934.0.html
Subimos al Barrio de las Cuevas, donde se encuentra la Bodega Lecea. Como llegamos antes de hora prevista paseamos con Max por los alrededores y desde una especie de mirador se puede ver toda la extensión de viñedos que rodean la zona. Max disfruta como loco olisqueándolo todo. Era un día raso, con algo de viento. Por todas partes se veían chimeneas que son los aireadores y respiraderos de las bodegas que están bajo tierra. Por eso le llaman Barrio de las Cuevas, pues la colina está trufada de cuevas y pasadizos donde antiguamente se conservaba el vino.
Volvemos a la bodega y a las 12 comenzamos la visita.
http://www.bodegaslecea.com/
https://www.youtube.com/watch?v=9UBNamU0qEA
La nieta del creador de esta bodega nos hace una explicación previa de la historia de la bodega que vamos a visitar, que está completamente construida bajo tierra, como las tradicionales excavadas en cuevas, que se han ido uniendo por rampas o pequeñas escaleras.
Hacemos alguna cata a lo largo de la vista y al acabar probamos los vinos más emblemáticos. El blanco es muy bueno y nos llevamos ya los vinos para Navidad.
Nos dirigimos a la población de El Ciego.
Se encuentra al sur de la provincia de Álava, en plena Rioja alavesa. Es un pueblo pequeño y precioso, que debe su esplendor a partir del siglo XVIII. Destaca en su parte más alta, al lado del rio Mayor, la Iglesia de San Andrés, con unas espectaculares torres.
http://www.elciego.es/elciego/de/iglesia.asp?nombre=2138&cod=2138&sesion=1
Lo más destacable de esta población es que en ella se encuentra la espectacular bodega del Marqués de Riscal, cuyo edificio principal lo diseñó Frank O Gehry, el famoso arquitecto del Guggenheim de Bilbao. https://www.minube.com/viajes/espana/alava/elciego
Justo a la entrada del pueblo nos encontramos a la derecha con el impresionante edificio tricolor de titanio, haciendo esas típicas ondas del autor. Cada color tiene un significado, el rojo, se refiere al vino tinto, el dorado a la malla que recubre las botellas de vino y el color plata al material que recubre la boca de la botella.
No habíamos reservado hora de visita y estábamos un poco cansados. Había un aparcamiento muy grande rodeado de una preciosa vegetación, muy cuidada. Nos acercamos a la tienda a echar un vistazo y reservamos mesa para comer en uno de los dos restaurantes del complejo.
Para hacer tiempo nos subimos al pueblo, dando un paseo por sus calles. Aprovechamos y le dimos de comer a Max. Volvimos a la bodega y como íbamos al restaurante, que se encuentra en el emblemático edificio, pudimos verlo de primera mano, sin restricciones. Si vistas la bodega sólo puedes ver el edificio por fuera.
En el edificio hay un hotel de lujo de 5 estrellas, dos restaurantes y un Spa.
Sólo si vas a alguno de estos negocios, puedes entrar en el edificio.
http://www.pasaporteblog.com/bodegas-marques-de-riscal-el-hotel-de-la-arquitectura-del-vino-frank-gehry/#
En el primer piso está el hotel y en el segundo piso están los dos restaurantes, uno gastronómico y otro Bistró. Nosotros comimos en éste.
Comimos bien, pero carísimo. Estábamos en una terraza desde la que podíamos contemplar las ondas y todo el entramado de la construcción, con unas vistas preciosas a la población de Elciego, a los viñedos que lo rodean y al rio.
Después de comer dimos un paseo por las instalaciones anexas, los viñedos, el lagar, almacenes, etc. Estaba todo parado ya que aún no había empezado la vendimia.
Nos acercamos a un pueblo cercano, Laguardia https://turismo.euskadi.eus/es/top10/localidades/laguardia/aa30-12376/es/
Al llegar, nos recordó mucho a los pueblos de la Toscana italiana. Está sobre una loma que está minada de cuevas y por eso no pueden circular coches por la población, que está amurallada. Es muy bonita, llena de bares y restaurantes, que la mayoría tiene en su sótano, cuevas del vino.
En la plaza lateral de la iglesia se encuentra una curiosa escultura. Sobre dos planchas de piedra hay zapatos, botas y bolsos en bronce.
Lo más espectacular es el enorme mirador que hay en el aparcamiento exterior. Se ven kilómetros de viñedos, que llegan hasta las estribaciones de las montañas que rodean la zona.
Volvimos hacia el hotel, atravesando carreteras plagadas de viñedos y espectaculares bodegas de las marcas más conocidas. De lejos destacaba la de Calatrava, cuyo techo hace ondas.
Cruzamos Haro y llegamos al hotel a descansar.
Hoy han acabado las fiestas. Como colofón habían hecho al mediodía un concurso de paellas para todo el pueblo. ¡¡¡¡Imaginaos, paellas en la Rioja con todo tipo de ingredientes!!!!
Paseamos a Max y nos dimos una vuelta por Casalarreina de noche. Casi todo estaba cerrado y los lugares que aún estaban abiertos solo servían copas y estaban casi cerrando, de cansancio.
A la entrada del pueblo hay un precioso restaurante, una casona de bodega, restaurada, enorme y muy cuidada, La Vieja Bodega. http://laviejabodega.es/ que por suerte no habían cerrado.
Cenamos ligero y muy bien. Muy simpáticos en el trato y en el servicio.
Tras una carrerita de Max, nos fuimos a dormir.

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Miércoles 26 de Septiembre de 2018
Al salir a pasear a Max me llevé la sorpresa de que hacía un viento tremendo y había bajado la temperatura, con el cielo plomizo.
Después de desayunar nos dirigimos a San Millán de la Cogolla para visitar el Monasterio de Yuso. Era una asignatura pendiente. Gracias a Dios aquí hacía sol y calor.
Fue construido para ampliar el Monasterio de Suso en el siglo XI. Lo primero que nos llama la atención es su gran tamaño. Fue reconstruido en los siguientes siglos: XVI, XVII y XVIII por lo que se conjugan diferentes estilos: renacentista y barroco, principalmente.
Tras comprar las entradas nos acompañan a través del arco de la portada barroca para unirnos al grupo con guía que acababa de iniciar la visita.
Los benedictinos fueron los que poblaron el monasterio hasta 1809. A partir de 1878 fueron los agustinos recoletos los que se hicieron cargo del monasterio.
Lo primero que nos enseñan es el Salón de los Reyes, donde hay unos libros donde se encuentran los inicios del castellano.
Vistamos el claustro de 1549, que tiene unas bóvedas góticas y el resto es renacentista. La parte superior, cuyos arcos estaban abiertos, hoy en día está cerrada con ventanas y vidrieras de estilo neoclásico.
La Iglesia la empezaron a construir en 1504, tardando 30 años en finalizarla. Su estilo es gótico decadente. Preside el altar un retablo adornado con 8 lienzos de Fray Juan Rizzi, de la escuela del Greco, que se observa claramente por el estilo, especialmente en uno de ellos.
La rejería que divide la iglesia es de Sebastián Medina de 1676. La sillería es de 1640 realizada por un tallista flamenco.
El trascoro es de Francisco Bissou, de estilo rococó francés, con esculturas de bulto redondo de la escuela de Pascual de Mena que representan a los discípulos de San Millán.
Destaca el púlpito de la escuela de Berruguete.
Pasamos a la Sacristía que era la antigua Sala Capitular del Monasterio a finales del siglo XVII. Destacan los frescos del techo que son del siglo XVIII, que se conservan en perfecto estado por la temperatura permanente y sin mucha humedad. La cajonería que rodea la sala es espectacular, de madera de nogal. Sobre ella se encuentran 24 óleos sobre cobre de la escuela flamenca y en las paredes 4 grandes lienzos, traídos de Nápoles. En el altar de la sacristía una talla de Ntra. Sra. de los Ángeles preside la sala.
Subimos una soberbia escalera y nos enseñan una sala, la de los Códices y Cantorales. Se conservan más de treinta manuscritos del siglo X y diversos Códices: el códice 60 es de gran importancia porque contiene las Glosas Emilianenses, o sea, las primeras palabras que se escribieron en vascuence y castellano; el Códice 46, una especie de enciclopedia que recoge el saber de la época; el Códice de los Concilios, que recoge la colección de los concilios españoles, el Códice de Roda, con grandes ilustraciones; el Códice Misceláneo, con obras de diferentes culturas y corrientes que llegaban a la Rioja. En una pared lateral hay unas puertas que al abrirlas lo primero que nos llama la atención es el grosor de dicha pared. En ella hay unos rieles que soportan 25 enormes libros con tapas de madera y remaches de hierro, que pesan desde 20 kg hasta 60 kg que son los Cantorales, entre 1729 a 1731, en un magnífico estado de conservación. Son los libros que se colocaban en los facistoles del coro, muebles cuya parte superior constaba de 4 soportes y que giraban para que desde todos los lugares los frailes pudieran leer las notas y textos a la hora de sus cantos y celebraciones.
A continuación, entramos en la Capilla Museo, donde se encuentran unas arquetas originales de los siglos XI y XII, que contuvieron las reliquias de San Millán y San Felices, respectivamente. Su decoración es románica con marfiles que representan escenas. En el siglo XIX las tropas napoleónicas arrancaron las piedras preciosas y los metales que adornaban las arquetas, dejando los marfiles. El pueblo, al irse la comunidad benedictina, entró y robó todo lo que pudo, entre lo cual se encontraban las placas de marfil. Con el tiempo se han podido recuperar algunas. Otras están en colecciones de diversas partes del mundo.
De la arqueta de San Millán quedan sólo 14 láminas y de la de San Felices, 4 de los 6 originales.
Nos llevamos un despago enorme al no incluir la visita la Biblioteca y el Archivo, que era en realidad, lo que nos movió a visitar el monasterio.
De allí nos dirigimos a Ezcaray. Aparcamos el coche y dimos un paseo por la población. Nada más entrar en la villa nos encontramos con un enorme edificio reconvertido en cines y otras dependencias municipales. Era la Real Fábrica de Paños, creada en el siglo XVII por Carlos III, que estuvo funcionando hasta 1848. El rey la denominó Real Fábrica de Santa Bárbara, en honor a la esposa de Fernando VI. Su dedicación fue la fabricación de paños y sarguetas, llegando a ser una de las mejores de España. En 1785, dentro del resurgir de la industria textil, se construyó el edificio del Tinte.
Pero a comienzos del XIX la decadencia de la fábrica era ya indiscutible y la Guerra de la Independencia le afectó muchísimo, con lo que debido al conflicto y a la emigración solo pudo mantenerse hasta 1845. La industria textil adyacente, también se fue diluyendo.
El centro de la villa es un entramado de calles antiguas con palacios y casas solariegas con los blasones de los siglos XVII y XVIII. Atravesamos la Plaza de la Verdura y llegamos hasta la Plaza del Quiosco, rodeada, bajo los soportales, de restaurantes. Como hacía muy buen día e íbamos con Max, comimos fuera en una terraza. Estuvo bien la comida, de menú, en El Mesón.
En una panadería compramos pan casero.
De allí nos subimos a Valdezcaray, la estación de esquí sita en la Sierra de la Demanda, dentro del Sistema Ibérico. Está sólo a 15 km. de Ezcaray.
Se encuentra en la cara norte del Pico San Lorenzo, de 2.272 m de altura.
Por las fechas, estaba cerrada la estación y aprovechó Vicente esta circunstancia para volar el dron, frente al valle. Max disfrutó como un enano, chapoteando por el canal al lado de la carretera que recogía el agua que se iba escurriendo de la montaña.
Nos llamó la atención que, subiendo por la carretera, estaba llena de “Plastas” de vaca y en los recodos había vacas descansando tan ricamente.
Tuvimos la suerte, mientras estábamos volando el dron, de oír los bramidos de la berrea de los ciervos, ya que las montañas que nos rodeaban eran bosques frondosos.
Tras agotar las baterías del dron, volvimos hacia el hotel y paramos en un supermercado de Santo Domingo de la Calzada para comprar fiambre, en especial cecina de la zona, quesos, así como bebidas y yogures.
Max estaba agotado de tanto que había corrido y andado todo el día.
La habitación tenia un jacuzzi enorme en el cuarto de baño. Era el mejor día para relajarnos. Como me había llevado de Valencia bolas aromáticas para el jacuzzi, lo llenamos con agua calentita y estuvimos un buen rato “a remojo” dando vueltas para probar todos los chorros. Nos reímos mucho dentro del agua.
Decidimos que preferíamos cenar en la habitación un poco de lo que habíamos comprado, pues si vas de restaurante para cenar, siempre comes de más y luego las digestiones nocturnas son pesadas.

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Jueves 27 de Septiembre de 2018
Amanece un poco nublado y hace frío. Después de desayunar dejamos a Max en la habitación y entramos en el Monasterio de Nuestra Señora de la Piedad. La hospedería es una parte del monasterio, la bodega de éste estaba en los bajos de nuestro edificio. Nos había reservado la cita Begoña, de la recepción del hotel.
Al poco llegó una chica en bicicleta y mientras nos vendía las entradas y nos daba un folleto, empezó a explicarnos cosas del monumento sobre unas fotos que allí tenía expuestas. Su forma de explicar las cosas tenía todo un fondo algo místico con muchos datos históricos.
Este monasterio está declarado monumento artístico nacional.
Se remonta a los inicios del siglo XVI. El obispo de Calahorra y Santo Domingo de la Calzada, Juan Velasco consiguió licencia del Papa Julio II para fundar un monasterio en esta población. Por su testamento, hecho en La Estrella a 22 de abril de 1519, ordenaba que, una vez pagadas las diversas mandas, su dinero se gaste “en acabar el monasterio de Nuestra Señora de la Piedad que yo hago en el lugar de Casalarreina”.
El 22 de octubre de 1522 los testamentarios del Obispo, Antonio de Xaque y el Licenciado Ibarra, hacían entrega del convento, aun sin acabar, a don Íñigo Fernández de Velasco, Condestable de Castilla, y a su mujer, María de Tobar. Estos, a su vez, lo cedían el 27 de septiembre de 1523 a su sobrina Isabel de Velasco para que estableciese allí un monasterio de monjas dominicas, y doña Isabel añadía de su pecunia ocho millones de maravedís a la dotación.
El 2 de octubre los alcaldes de Haro daban posesión del monasterio a doña Isabel y a Fray Pedro Lozano, prior de San Pablo de Burgos, y representante del provincial, que decía allí misa.
Se inició su construcción en 1514 y sólo en 10 años se terminó su construcción. Parece casi imposible que tan gran mole de Iglesia y edificios adjuntos se pudiera terminar en aquella época en tan pocos años. Esto nos da idea de su importancia. Intervinieron grandes maestros en su construcción como Juan de Resines y Felipe Vigarny. Dos años antes de su finalización ya fue inaugurado por el Papa Adriano VI.
Lo habitan monjas dominicas contemplativas de clausura.
Lo primero que llama la atención al observar el exterior del monumento es su monumental portada plateresca y protegiéndola una especie de soportal con una cúpula soportada con cuatro arquivoltas apuntadas.
La “Portada-Retablo” que da entrada a la iglesia se atribuye al taller burgalés de Felipe Virgany y a sus colaboradores: Juan de Balmaseda, Cristóbal de Forcia y Juan de Cabreros. El tema de la portada es el Hombre Antiguo (Adán: paganismo) salvado por el Hombre Nuevo (Cristo: cristianismo). Hay muchos símbolos del mundo pagano y del mundo cristiano.
Antes de entrar a la Iglesia por un lateral hay como un distribuidor que conecta la sacristía con la iglesia. La guía nos abrió un cajón de una gran profundidad que abarca todo el grosor de la pared.
La Iglesia
La Iglesia del Monasterio es de finales del estilo gótico, llamado estilo Reyes Católicos. Su decoración es puramente del más primitivo renacentismo de la época.
Es de una sola nave en forma de “T”, con “capillas-nicho”, intercomunicadas, coro alto y sotocoro. Tiene siete retablos. El mejor es el del “Altar Mayor”, hecho en 1620 por el arquitecto de Valladolid Juan de Garay. Las pinturas policromadas son de Juan de Lumbier y Pedro de Fuentes, nacidos en Tudela. Las esculturas se atribuyen a los navarros Juan de Biniés y Pedro Martínez. En su tímpano, representación de la Piedad, y en el segundo cuerpo, de la Última Cena, el Camino del Calvario, el Prendimiento, la Flagelación y la Resurrección. La cubierta es de crucerías estrelladas con combados rectos. Ingreso en el tercer tramo, protegido por un pórtico en templete cubierto con una cúpula sobre pechinas. La decoración de sus columnas es profusa en motivos vegetales y figuras humanas, aunque sus porciones inferiores presentan una acentuada erosión. En el centro del crucero, sepulcro de Juan Fernández de Velasco, en mármol desprovisto de decoración. A los pies, amplio coro alto, con sillería integrada por cincuenta asientos altos y veintiocho bajos, plateresca, del siglo XVI. Adosada a la cabecera, sacristía que comunica con la Sala Capitular.
Toda la nave tiene una geometría muy particular, todo en tercios.
Subimos por una escalera muy desgastada a la zona desde donde asistían las monjas a misa, con el suelo todavía original y a través de una reja se contempla la iglesia en su esplendor.

El Claustro
Actúa como elemento que sirve para ordenar los diferentes espacios, cohesionándolos todos a su alrededor. Es cuadrado con corredores abovedados de crucería, con cinco tramos por lado. Los arcos están apoyados hacia el exterior, en pilares, y hacia el interior, sobre ménsulas que están adornadas con berza, vides, rosetas, animales y hombrecillos desnudos. Sobre este Claustro bajo está el Claustro alto, con techumbre de madera.
Hay otros dos claustros menores que conexionan las distintas dependencias.
Tras casi dos horas de vista, recogemos a Max y nos dirigimos a Haro.
https://lariojaturismo.com/poblacion/haro/5b5f0180-0290-479b-be96-1bc7046f4867
Damos una vuelta por el Barrio de la Estación, que cuenta con más de 150 años de historia, donde se elaboran vinos desde mediados del siglo XIX. Es la mayor concentración de bodegas centenarias del mundo, agrupadas en torno a la estación para aprovechar las ventajas que les daba para la rápida expansión y transporte de los vinos.
Habíamos reservado para comer en el Restaurante más valorado de Haro, El Rincón del Noble.
Para hacer tiempo nos dirigimos al pueblo de Briñas, que está a muy pocos kilómetros, subiendo hacia una colina.
https://www.escapadarural.com/que-hacer/brinas
Es muy pequeño, pero aun se pueden ver los respiraderos de las antiguas bodegas bajo tierra. Después de dar una vuelta paramos en un bar típico a tomar un refresco. Max llama la atención de todo el mundo y le hacen caricias y se interesa la gente por él.
Aprovechamos para que coma tras el paseo y volvemos a Haro para comer. Tenemos que dar muchas vueltas para poder aparcar. Han peatonalizado todo el centro y la zona de aparcamiento es toda de la hora.
Tras encontrar un hueco a la sombra nos vamos al restaurante. La dueña es un encanto y nos atiende muy bien, recomendándonos aquello que nos gusta más. Los platos son muy abundantes y ricos, bien elaborados.
Le preguntamos donde comprar productos típicos de la zona y nos envía a Casa Luciano, cerca de allí. Como está cerrado, damos un paseo con Max por el centro de la ciudad y en la misma plaza del Ayuntamiento nos sentamos a tomar un refresco y la camarera se deshace en mimos, abrazos y besos a Max. Un señor que estaba sentado en otra mesa acababa de salir de su turno de trabajo de la cafetería, charlando con un amigo. Se levantó y sacó de la cafetería un cacharro grande de agua y otro con recortes de jamón, chorizo y galletitas de perro. Se sentó con nosotros y comenzó a darle cosas a Max. Por supuesto, Max encantado.
Tras descansar un rato nos vamos a visitar el centro histórico de la ciudad.
El Ayuntamiento situado en la Plaza de la Paz es del siglo XVIII durante el reinado de Carlos III en un estilo neoclásico. Las calles de Haro están plagadas de palacios y casa blasonadas.
Llegamos hasta la puerta de la Iglesia de Santo Tomás en la que destaca su gran torre. En las inmediaciones se encuentra el Palacio de los Condes de HaroVolvemos al coche y vamos al ultramarinos de Casa Luciano que lo lleva un chaval joven con muchos productos buenísimos y un trato exquisito. Nos llevamos un montón de cosas típicas de la tierra.
A la vuelta hacia el hotel, paramos en un centro comercial para comprar un cargador. Era la peor hora pues al hacer marcha atrás, con el sol del atardecer pegando en el cristal trasero nos dejó ciegos y no vimos que había una furgoneta detrás con la puerta abierta, con lo que solo se veía un hueco negro. Gracias a Dios no pasó nada y sólo se hundió un poco la bisagra de la furgoneta.
Seguimos camino y ya en el hotel descansamos un rato, hicimos las maletas y picamos de lo que habíamos comprado esta tarde. Con todo lo que habíamos comido al mediodía, era imposible volver a ir a cenar de restaurante, con los platos tan abundantes de la zona.

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Viernes 28 de Septiembre de 2018
Max es increíble. Como había visto las maletas preparadas, al salir a pasear por los jardines frente a la hostería, tenía prisa en volver al hotel, nada más hacer sus “cosas”. Otros días les hacía mucho caso a las chicas de recepción y hoy las ignora y se sienta mirando al ascensor con el afán de subir deprisa. Tras desayunar, en cuanto abrió Vicente el portón del coche, Max se subió a toda velocidad, para no quedarse y volver pronto a casa.
Por el camino nos desviamos para visitar Calahorra y nos llevamos un despago enorme. El barrio antiguo, la judería, está dejado de la mano de Dios, lleno de pintadas, medio cayéndose y con gente con mala pinta. Los monumentos de la ciudad tenían un grado de erosión enorme en la piedra rojiza de arenisca con la que estaban construidos.
No tenía nada de mucho interés y seguimos hacia Valencia. Por la zona de Tudela nos paramos a comer y que Max comiera también y corriera un poco.
No tuvimos tráfico y llegamos muy bien a Valencia.
Esta noche también cenamos productos que habíamos comprado, después de deshacer maletas. Max se puso muy contento de encontrarse de nuevo en “su casa”.
Han sido unos días muy tranquilos por una zona muy interesante.

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